martes, 4 de diciembre de 2007

Unas palabras más a la luna...















Aún recuerdo cuando invocaba a la luna con mis juveniles ansias de amar(como si fuera tan vieja), me paraba detrás de los barrotes de la reja de mi casa y miraba el rostro iluminado de la luna, me parecía que oía mis deseos, pensaba que mis suspiros se estrellaban en su superficie, y que los cráteres que poseía eran los huecos que le dejaban los suspiros de alguien más.





Más tarde, comprobé que mis deseos le llegaron cuando dejé de creer en las estrellas fugaces. Un conjuro, silencioso desvarío plasmado en hojas amarillas, fue suficiente para traer a mi vida de regreso los suspiros dejados en la luna, me los devolvió ella, tan pura y comprensiva, para que yo pudiera regalárselos al amor concedido.
Ella regó su resplandor en la escena del beso que marcó mi vida. Me sonrió y guiñó un ojo cuando le miré con gratitud.
La luna es mi madrina, mi cómplice y mi amiga; mi fetiche, amuleto infalible, mi brújula, mi cuna; a ella cada noche le dedico las canciones que brotan en la penumbra.
¿Quién puede culparme pues de mi obsesión con la luna?