miércoles, 24 de octubre de 2007

Un cuento más

En esta ocasión el ejercicio de metatextos me orilló a recortar mi cuento pues no daban las 300 palabras máximo que se requieren, me pase pues de las palabras y como pude lo recorté y lo envié. Me temo que quizá eso lo vaya a demeritar. De todos modos aquí les dejo la versión completa de 400 palabras. Ojalá que les agrade.

EVOCACIÓN
Leticia Zárate
Temprano contemplaba su reflejo en el espejo cuando escuchó un quejido mordaz proveniente de la coladera; observó con cautela a ver si podía distinguir al emisor del sonido pero sólo había oscuridad detrás de las rendijas.
Quiso no darle importancia y volvió a la imagen del espejo. Estaba a punto de exterminar un barro purulento cuando de nuevo escuchó el sonido, ahora más largo, más nítido, como una pesada agonía, como una exacerbada súplica de libertad.
Por un momento quedó fragmentado de sus sentidos, al siguiente paso del segundero decidió clausurar el baño.
El fondo del patio se convirtió en la cárcava de sus deshechos. Ahí adaptó un tinglado desprovisto de ignominia y un taburete improvisado en un huacal donde colocaba varios libros aún no leídos, (era un ritual eso de colocar ahí libros al azar y leer semanalmente la sinopsis de cada uno para decidir el turno para la lectura).
Le tocó esa semana a “ La Tregua ” de Mario Benedetti. El descubrimiento del amor por el personaje de cincuenta años en una jovencita le conmovió secretamente las vísceras y algún recuerdo en él se movió repentino y voraz. No es que fuese viejo, más bien era ese concepto sublime del amor que captaba en la lectura lo que le despertó alguna reminiscencia que a partir de entonces no le dejaría de acosar.
Al final de la semana, la noche que concluyó la lectura, le fue revelado en el plenilunio del sueño el recuerdo bloqueado de hace apenas ¡ tres semanas !
Despertó con un sabor amargo y una opresión en el pecho que casi le asfixiaba, bajó las escaleras a trastabillazos y en el trayecto pudo ver esa cruenta imagen del féretro y él, impávido zombie, alejarse indiferente, hace tres semanas, del sepelio de su más grande amor. Cada escalón le clavaba en la mente las imágenes en bandada del dolor que en las últimas semanas había enterrado en los archivos muertos de su cerebro. Ahora entendía…“Dios mío… Dios mío…Dios mío…Dios mío…Dios mío…Dios mío…Dios mío…” pensaba.

Tumbó la puerta del baño de un puntapié, corrió la cortina, y de un jalón arrancó la rejilla de la coladera para rescatar al indefenso peluche, obsequio de su extinto amor, que había gastado la corta vida de su batería en la húmeda tumba de la regadera.

Con el peluche maloliente contra su pecho, se sentó a llorar por vez primera en tres semanas.

martes, 16 de octubre de 2007

El día que perdí la cabeza

El cuarto ejercicio de Metatextos 2.0 ha sido publicado.
Aquí les dejo mi cuento, resultado de dicho ejercicio.

EL DÍA QUE PERDÍ LA CABEZA

Leticia Zárate



Absorta en indemnes pensamientos, yacía en la hamaca, cerrados los ojos flotaba en una somnolencia pesada y serena. De pronto una punzada en el cuello me desperezó con violencia; mi cabeza, no sé de qué forma, había perdido su lugar sobre mi cuerpo. La sacudida fue tal que la cabeza fue a dar al suelo escupiendo chorros tibios de líquido carmín.
Observé mi cuerpo inerte aún tendido en la hamaca ensangrentada, lo extraño era que mi lucidez en ese instante era total, estaba asustada, sí, pero no sentí dolor, no sentí nada, lo único que pasó por mis sentimientos fue una profunda lástima de mí.
Mi gato “Leviatán” entró con sigilo al cuarto mientras yo calculaba sus intenciones al ver como estiraba su cuello y olfateaba. Entonces palpé el pánico en los ápices de sudor que comenzaron a brotar de mis poros. Tuve miedo de un ataque sádico y durante su trayecto hacia mi cabeza comencé a imaginar cómo sus dientecitos desgarrarían mi piel suavemente; el minutero del reloj taladraba incongruentes ritmos en mi conciencia y no estaba segura de querer negar mi ateísmo suplicando un milagro. Una libélula se coló por la ventana en aquel momento crítico y consiguió con su zigzagueo airoso distraer a “Leviatán”.
- Tengo sólo unos segundos- pensé, - para pensar en algo que me libre de sus colmillos - pero ya no pude pensar porque ahora fui yo la distraída con el sonido de una caravana de voces que se aproximaban a la estancia de mis despojos.
Meditabunda y rendida me resigné a ser absuelta del peligro por la histeria de mi parentela al descubrirme.
Penetraron a la habitación y sus voces se hicieron ecos inciertos en mi razón, no comprendía sus murmullos aunque sabía que miraban mis restos sanguinolentos. Miré al frente y en el espejo descubrí mi cuerpo inerme y entero sobre la hamaca y una botella de tequila a un lado con el líquido derramado…

miércoles, 3 de octubre de 2007

Nostalgias otoñales...


Desde ayer pude sentir el viento otoñal entrar por mis poros, acariciar mi rostro y bañarme de sus perfumes a nostalgia.

No recuerdo la fecha exacta en que comencé a experimentar estas sensaciones otoñales, quizá tendrá unos ocho años...

Mi alma entera (o lo que sea que traigamos dentro del cuerpo) se sacude ante la llegada de estos aires que en la tarde se acercan en vaivén perezoso a inundar el ambiente. Es cuando siento el cambio en mi piel, la textura del viento ligera y fresca, y su aroma ... Entonces sé con certeza que la estación ha llegado a la ciudad, aspiro profundamente y esbozo una sonrisa.

Habrá mucha poesía rondando mi cabeza estos días.